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El jerezano, de nacimiento, desorejó al primero de sus astados y pudo hacerlo en el segundo pero falló con la espada
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Vuelta a los ruedos del getafense Javier Cortés con un exceso de ganas que le impidió en algún momento la pausa que le pedían los toros
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‘Román’ atrajo al público con sus faenas pero perdió una gran ocasión con su segundo
PLAZA DE TOROS DE LA CUBIERTA (LEGANÉS).
TOROS DE EL PARRALEJO. Bien presentados. Encastados y, en general, de buena lidia.
JAVIER CORTÉS, de grana y oro. Estocada caída (Saludos). Estocada (Saludos).
ROMÁN, de gris plomo y oro. Estocada atravesada y estocada (Saludos). Estocada caída. Un aviso. (Saludos).
GINÉS MARÍN, de verde aceituna y oro. Estocada (Dos orejas). Estocada atravesada (Oreja).
FOTOS: JESÚS TROYANO
Dicen los muy entendidos en esto del mundo del toro que tener suerte en el sorteo es tener mucho ganado. Algunos de esos mismos entendidos son capaces de adivinar en los corrales, por algo que solo ven ellos, lo que pueden ser después en la plaza. ‘Esterón’ y ‘Marinero’, ambos nacidos en febrero de 2017, habían debido nacer para engrandecer otra tarde de gloria de Ginés Marín. Este nombre quedará ligado al coso leganense. Dos orejas, cortadas a su primero; y una más, que pudieron ser dos si hubiese matado mejor, a su segundo dejaron para la historia de la plaza la fusión de los astados de ‘El Parralejo’ con las del torero jerezano (de nacimiento) y extremeño (de crecimiento).
Algún matador más de la terna también tuvieron ocasión de elevar el nombre de sus astados hacia mejor sitio que el desolladero. Por una cosas u otras no estuvieron a la misma altura que el triunfador del segundo festejo de la miniferia de Leganés. Otra día que destiló afición.
Y que, más allá del incuestionable éxito de Ginés Marín, permitió ver de nuevo vestido de luces tras aquella espeluznante cogida que sufrió en Las Ventas en septiembre de 2019 a Javier Cortés. Su demostración de valor y sus ganas, 20 meses después, se adornaron con tres detalles que no pueden pasar por alto.
Los detalles
El primero decidir vestirse con idéntico traje al de la cogida. El segundo, la soberana ovación que recibió una vez finalizado el paseíllo de los aficionados que se dieron cita en los tendidos de La Cubierta. El tercero, su decisión de ir a recibir de rodillas a la puerta de chiqueros la salida del que abría plaza y le devolvía la condición de torero. Como si de una jugarreta del destino, el nombre del animal ‘Infortunado’ parecía definir todo lo que había vivido meses atrás el de Getafe. Todo estaba por escribir.
Todo ello en un festejo que estuvo lleno de detalles. Muchos se habrán diluido en la memoria retentiva pero otros intentaremos dejarlos plasmados en esta crónica. Detalles en los tendidos, con menos gente de la esperada (ellos se lo han perdido pero era complicado ver un Baça-Atleti y llegar a los toros). Además, mucho aficionado joven entre los asistentes. Ambiente de toros, de verdad. No del festivaleo de una corrida, sino de un festejo de Madrid; aunque haya sido en Leganés.
Detalles de algunos de los picadores, detalles de varios ‘hombres de plata’ que debieron salir a saludar tras sus respectivos pares de banderillas: Rafael Viotti, Lipi y Manuel Punta. Y el curioso detalle del presidente del festejo de conceder de una tacada las dos orejas en su primero a Ginés Marín. Aunque pueda parecer contradictorio, reglamento en mano, hizo lo más correcto a la par de lo menos usual. Si la segunda oreja es de su potestad y estaba convencido: las dos a la vez. ¡Qué cunda el ejemplo!
Éxito rotundo
Ginés Marín es, sin ningún reparo, una figura indiscutible del toreo con 24 años, cumplidos hace poco más de un mes. Verle en un cartel es una garantía de que algo puede salir bien. Y el pronóstico se cumplió con creces. La pandemia no ha cortado, aunque sí congeló por cuestiones ajenas a su voluntad, el incuestionable diccionario de recursos que atesora y que le hacen ser una apuesta segura.
Es cierto que tuvo un lote magnífico, pero no es menos cierto que con ese lote algún otro lo habría tirado a la basura. Había que entender a los astados. Lo hizo. Había que llevarlos por el mejor sitio posible. Lo hizo. Había que darles el tiempo y las formas que requerían. Lo hizo. Había que mostrar, además, un repertorio técnico y estético que permitiera a los aficionados ensimismarse con el matador. Lo hizo.
El repertorio
El repertorio fue amplio y variado. Pero más allá de las estética en las formas hubo la ética de su profundidad toreando. Su manejo del capote quedó fuera de toda duda y le acercó rápido al corazón de los habitantes de los tendidos. Su manera de comenzar la faena a su primero, con una serie de ocho muletazos de rodillas, culminado con el de pecho, también rodillas en tierra. Una series de naturales inolvidables… Y un pase de pecho eterno y prolongado cerrando las series.
Marín, que había logrado el triunfo con su primero, pudo hacer lo mismo con el que cerraba el festejo pero… Cometió dos errores (con perdón). Uno estirar la faena del sexto que tenía hecha bastante antes de entrar a matar. El segundo, una estocada atravesada, tanto que hizo guardia. Aún así ‘Marinero’ puso rumbo al desolladero entre los aplausos de los asistentes pero también del propio matador que se despidió de un noble animal como se merecía.
La reaparición
Javier Cortés tuvo bastantes problemas para conectar con el público en ambas faenas. Cierto es que su lote no fue, precisamente, el mejor. Es muy posible que las ganas y la ilusión estuvieran por encima de la pausa que requería alguno de sus enemigos. Ni un solo pero, ni somos nadie para hacérselo, a todo lo que puso e intentó. Solo que la recuperación completa llegará en el momento que las estocadas que deja colocadas a la primera estén algo menos caídas que las dos que dejó en Leganés.
La desilusión
Román Collado, ‘Román’, es el claro ejemplo de un matador de toros al que el tiempo de inactividad parece que le ha pasado factura. Su manera de ser se traslada al ruedo. Su cara es alegría. Sus modales son los de una persona con ilusión en lo que hace. En los dos toros, especialmente en su primero, encontró el modo de atraer al público hacia lo que ocurría sobre la arena de La Cubierta.
Dejó muchas pinceladas agradables pero en ambos toros se echó en falta un poquito de ligazón en la faena. La sensación que dejó con su segundo, ‘Barrenero’, es que el animal estuvo por encima de él. Con una nobleza interesante pudo darle los pases que quiso pero no terminó de conectar con la gente. En su primero conectó algo más y eso le permitió una leve petición de oreja.