(Leganews publica este texto remitido por Sara Fernández-Nieves Díaz tanto por su contenido literario como por el fondo del texto. La profundidad de no reclamar 59 cadáveres de fallecidos por COVID-19)
Cincuenta y nueve. El cincuenta y nueve es un número impar, quizá bonito para algunos y aterrador para otros. Cincuenta y nueve también es el número de personas fallecidas por el Covid-19 que ningún familiar ha reclamado. Quizá nadie recuerde sus caras concretas, sus sonrisas burlonas ni su carácter ante las adversidades; por eso, desde aquí, quiero que recordemos a esas cincuenta y nueve personas, una a una, que inventemos los nombres que desconocemos, que les pongamos una cara ficticia y que nos echemos a llorar por la enfermedad incorregible de esta sociedad.
Pensamos que la vejez no nos alcanzará, que no acabaremos así, que siempre habrá un ser querido que nos cuidará y nos recordará, que jamás terminaremos en una residencia o que, cuando lo hagamos, las residencias ya no serán abandono para nosotros.
Pensamos que, cuando lleguemos a esa situación, las residencias serán la paz y el cuidado que necesitamos, que se preocuparán por nuestra alimentación, por nuestras intolerancias y alergias, que no nos golpearán, que no nos engañarán para quedarse con nuestro dinero, que nos querrán sinceramente, que nos tratarán como a personas y que, si en algún momento, alguien decide, sin nuestro consentimiento, privarnos de nuestro derecho a la atención sanitaria y nos abandonan y nos dejan morir, sufriendo, solos, desolados, esa persona o grupo de personas vaya a la cárcel a pagar por lo que han hecho y que la sociedad se encargue de que no vuelvan a gestionar nada nunca más.
Queremos cambio, que se haga justicia; sin embargo, en cuanto hemos podido salir de casa, hemos huido a nuestras ciudades, a la playa, a la montaña y nos hemos olvidado de los muertos, de esas cincuenta y nueve personas que no ha reclamado nadie, de los abandonos en las residencias. Queremos que todo cambie, pero «que no me quiten el sitio en la playa». Queremos que las residencias no sean sufrimiento asegurado cuando nos toque a nosotros, pero «no me quites la mesa que tengo reservada en el bar».
Bonita sociedad nos está quedando, una sociedad que no solo está compuesta por jóvenes irresponsables. También lo está por gente irresponsable y conformista de todas las edades que no mueve un dedo por cambiar las cosas y por hacer justicia por nuestros mayores. Gente como tú y como yo.