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Grandes figuras del género, como Paul Naschy, Boris Karloff, Vincent Price, Cristopher Lee, Terry Gilliam, Guillermo del Toro o Ray Harryhausen han rodado en la Comunidad de Madrid
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Son películas con localizaciones muy singulares, rodadas especialmente en municipios como Talamanca de Jarama, Pelayos de la Presa, Navacerrada o Torrelodones
La Comunidad de Madrid promueve el turismo cinematográfico a través de la ruta Madrid Fantastic, una iniciativa de Film Madrid, la Oficina de Promoción de Rodajes del Gobierno regional. Esta propuesta tiene un doble objetivo: favorecer el conocimiento de estos escenarios de rodaje, todavía disponibles, para profesionales del cine, y fomentar el turismo cinematográfico en la región, que cada vez cobra más adeptos.
El género fantástico ha contado con rodajes de especial importancia en la Comunidad de Madrid, con estrellas y filmes tanto nacionales –La bestia y la espada mágica, de Paul Naschy, o Abre los ojos, de Alejandro Amenábar– como internacionales. De hecho, grandes estrellas del cine fantástico como Boris Karloff, Vincent Price, Peter Cushing o Cristopher Lee han rodado en la región, al igual que importantes directores como Mario Bava, Terry Gillian o Guillermo del Toro. También uno de los nombres de efectos especiales más célebre de la historia del cine, Ray Harryhausen, con su trilogía sobre Simbad y sus criaturas fantásticas, sin olvidar grandes películas como Conan, el bárbaro, que marcó toda una época.
El cine fantástico
Durante décadas, el cine fantástico, que engloba la fantasía, lo imaginario, la ciencia ficción y el terror, fue obviado por el cine español. Lo extraordinario se dejaba a un lado y si se mostraba algo fantástico era en clave de parodia.
En 1944 se rueda una película insólita, que aúna casticismo y fantasía, La torre de los siete jorobados, de Edgar Neville, pero fue la excepción que confirmaba la regla de los géneros tradicionales del cine español. Hasta que, tímidamente, primero El cebo, de Ladislao Vadja en 1958, después Gritos en la noche, de Jesús Franco en 1962, o Ella y el miedo, de León Klimovsky en 1962, se sitúan abiertamente en el terreno fantástico. En 1968 se estrena La marca del hombre lobo, de Enrique Eguiluz, con Paul Naschy, el cineasta que más películas de género fantástico rodó en la Comunidad de Madrid. Este es el título que inicia de forma continuada el fenómeno del fantástico español que hoy conocemos.
En este momento España estaba especializada en el rodaje de westerns, un género ya con cierta saturación, con lo que se plantea la necesidad de ofrecer nuevos géneros exportables con la fórmula de coproducción entre países, para conseguir productos baratos y de gran rentabilidad. Por esta búsqueda de la comercialidad y por la imposición de la censura al tratarse de historias cargadas de violencia y sexo, se ruedan historias de cine fantástico cuyos argumentos se sitúan en otros países y zonas, como Francia, Inglaterra o Transilvania.
Este género necesita localizaciones y edificios singulares, ya sean bosques tenebrosos u oscuros castillos, que se encontraron por toda la actual Comunidad de Madrid y, muy especialmente, en Talamanca de Jarama, San Martín de Valdeiglesias, Pelayos de la Presa, Navacerrada, Lozoya, Torrelodones o la propia capital.