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Editorial 66: “El peligroso ruido de la marabunta”

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Cuando Christopher Leiningen (Charlton Heston) decide, en el final de aquella maravillosa película romántica ‘Cuando ruge la marabunta’ (1954), perder todo lo que le había costado levantar durante toda su vida y quedarse en la ruina anteponiendo el amor a su mujer a todo, quemando su hacienda y a la marabunta de hormigas que la estaban destruyendo, dejaba para la historia del cine una lección vital que 66 años después es una metáfora de nuestro país, de nuestra región y de nuestra ciudad.

Durante 43 años hemos levantado (con reconciliación, solidaridad, compromiso, trabajo y esfuerzo) un país, una región y una ciudad. Durante una gran parte de esas más de cuatro décadas dejamos atrás, especialmente los que no lo vivieron, un tiempo sombrío en blanco y negro, con dolor y sin color (ni colores en el dolor), para darle a las generaciones venideras una vida mejor y más próspera, como la Hacienda de Leiningen. El esfuerzo inconmensurable les llevó a fortalecer su presente y a abrir las puertas de par en par al futuro de los que venían por detrás.

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Dejamos atrás un tiempo en blanco y negro, sombrío, con dolor y sin color, ni colores en el dolor

Toda una generación de políticos, tan comprometidos como generosos, dieron durante años su empuje, y muchos su vida, para cimentar eso que se llama España, Comunidad de Madrid y Leganés. Nadie nadie tiene claro dónde empezó a convertirse en una estirpe de enchufados, no ilustrados, carentes del más mínimo sentido del compromiso social.

Sea por esto o por algo similar, su degeneración y el olor del dinero acercó a la política el veneno de la corrupción en todas sus versiones. La Hacienda empezó levemente a quebrar. La acumulación de poder y dinero empezó a inyectar aluminosis a los cimientos de ‘Esa España mía, esa España nuestra” y de sus diferentes versiones administrativas regionales y locales.

Aquellos que nacieron en la última década del siglo pasado son el caldo de cultivo incesante de esa marabunta

Y apareció una generación que la palabra que más ha escuchado durante toda su vida es CRISIS. Aquellos que nacieron en la última década del siglo pasado, que hoy caminan hacia los 30, y que han vivido y viven, en primera persona y en sus progenitores, el devastador efecto del desempleo, la precariedad laboral y los trabajos duplicados, como mínimo, para la subsistencia.

Ellos han sido la marabunta que torticeramente está usando la política para alimentar cualquier cambio sustancial en el modelo de nuestro Estado al repetirles que ellos no lo votaron. Esos que les alientan a zarandear (y si pueden tumbar el ‘régimen’, mejor) son a los que hay que pedirles responsabilidades cuanto antes en la búsqueda de soluciones para su presente y su futuro. Y es que cuando se oye de lejos el peligroso ruido de la marabunta, hay que elegir entre pararla, dejar que te destroce o quemarla. Y esto último, no se puede hacer.

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