OPINIÓN

Editorial 23: “Manguerazo judicial al blindaje de las gasolineras en Leganés”

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Leganés es una ciudad peculiar en muchos aspectos de su día a día. El ser legalmente una gran ciudad cohabita hora a hora con el arraigado concepto de ‘pueblo’ de los 50, 60 o 70, en algunos de sus insignes e ilustres, no sabemos aún porqué, habitantes. Uno de los secretos mejor guardados de esta ciudad era la razón por la que no habían aparecido gasolineras de bajo coste. Y la razón por la que los leganenses tenían que ir allende las fronteras a llenar su depósito (repostar se dice ahora) a un precio más barato a otro ‘pueblo’.

Con el conocimiento de dos sentencias de la sala de lo Contencioso del Tribunal Superior de Justicia de Madrid ha quedado revelado algo parecido al ‘secreto de Fátima’. Había una ley que completaba a otra, un plan director que completaba a un PGOU y una ordenanza que decía dónde y de qué manera se podían poner nuevas estaciones. Las viejas, ya si eso, otro día.

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Contradicciones normativas

Ahora dice la misma sala del TSJ que hay contradicciones normativas y que se condiciona desde donde no se puede. Así las cosas, los euros que nos hemos tenido que gastar de más en llenar nuestros depósitos desde el año 1998 hasta hora (20 años no es nada, que diría el tango) no van a volver. Esos ya están amortizados para muchos. La historia es otra a partir de ahora. Y es que a las empresas a las que se les negó una licencia, cuya negativa tampoco parece ajustada a Ley, tienen que demostrar que siguen teniendo interés en nuestra ciudad.

Resulta paradójico que en los artículos derogados de la ordenanza se prohibiera hacer lo que se lleva haciendo tantos años en la ciudad… Ah, ¡Santa Rita, Santa Rita, lo que se da, no se quita!, debía pensar alguno que se sentaba en aquellas mesas de técnicos y políticos para buscar soluciones que cuando se encontraron resulta que el TSJ dice que no lo eran.

Sin marcha atrás

¿Qué pensará aquella empresa a la que el gobierno anterior le echó abajo una licencia en el 2003 y cuatro años después le dicen que no había motivo? ¿O aquellos que en plena calle Rey Pastor quisieron montar una estación de servicio y no les dejaron? ¿O aquellos que en su día plantearon en un centro comercial poner surtidores de bajo coste y no les dejaron?

Seguramente los leganenses entiendan ahora un pequeño capítulo de su existencia de estos últimos años. Otros deberán meter la cabeza debajo de una almohada y no levantarla en una temporada no vaya a ser que el color de su cara, endurecida por las circunstancias, modifique la gama y pase de  rojo a naranja, a amarillo o a azul.

Y a todo esto con dos años ya de mandato del alcalde Santiago Llorente, que desde luego no gana para marrones pasados. Los suyos los va apañando como buenamente puede, porque si cae alguna decisión judicial ya será para el que venga después. Mientras, a nadar en un mar de tiburones y a guardar la ropa para que esté siempre seca.

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