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El duro relato de una vecina de Leganés que tiene en Ucrania, por casualidad, a su marido y padre de sus dos hijas
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Allí residen de forma habitual sus padres, que no quieren abandonar el país, y su hermana
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“Cuando rezamos pido paz, no quiero otra cosa; nada más que paz”
Hace trece meses Andriy, vecino leganense del barrio de Los Santos, cogía la pala junto a Guillermo, vecino del mismo edificio, y bajaban a la calla San Pablo a limpiar de nieve la calle tras la nevada de Filomena. 13 meses después, Nadya, su mujer, relata angustiada a LEGANEWS como su marido duerme en el sótano de la casa de sus padres, cercana a Ternópil (localidad ucraniana a 500 kilómetros de Kiev y cercana a la frontera polaca).
Nadya (40) y Andriy (43) llegaron a Leganés hace 20 años. Cristina (21 años) y Adriana (15) son las hijas de la pareja. “Si digo que estoy bien, mentiría. Estamos viviendo unos días con muchos nervios y mucha preocupación”. Nadya tiene en Ucrania a su marido, a sus padres y a su hermana. “Hablamos lo que podemos para ver cómo están. Casi no veo las noticias porque me pongo muy nerviosa”. Durante años intentó que sus padres y su hermana viniesen a España. “Ella es médico y estuvo unos años trabajando en Londres pero volvió a Ucrania. Tampoco puede salir ella ahora y me dice ‘¿Los voy a dejar y me marcho? No. Mi corazón es de allí”.
“Es un minuto, ahora está bien pero un minuto después puede no estar”
Andriy duerme en el sótano de la casa de sus padres y a través del wasapp mantiene la comunicación con sus familia. Cuando puede les manda audios, en los que se revela una profunda tristeza. En esos audios aparecen las palabras aviones, barricadas… Andriy está enfermo y se somete a un tratamiento en España, pero el médico le autorizó a viajar a Ucrania porque su padre estaba enfermo. El viernes día 5 se marcho. “Tenía que haber salido el miércoles 23 pero ya no pudo salir de allí”.
Para Nadya las horas son tensas y vive en la expresión ‘de momento’. “Todo es de momento. Cuando me preguntan en mis trabajos que cómo estamos siempre contesto ‘De momento’ porque en el momento siguiente puede ser que no haya nada”. Sonando más a prudencia que a reproche “le dije que esperara porque tenía médico. Él tiene allí dos hermanas y un hermano”. Nadya le dijo a Andriy “sé que te duele el corazón porque es tu padre, pero…”. Y él acudió a la llamada de la sangre y la guerra le ha pillado allí.
Tristeza
La tristeza ha invadido esta casa del barrio de Los Santos. “Las niñas sufren”, insiste la madre. “El día que empezó la guerra, me dijo la pequeña ‘Mamá ¿no hay ni buenos días? La miré y le dije ‘no hay buenos días'”. Y es que Nadya pone la tele por las mañanas al levantarse y cuando vio las imágenes de la invasión dijo “¡Ay, madre mía! Estaba como loca y las desperté a ellas”. Tanto fue así que la pequeña Adriana negaba lo que ocurría: “¡Mamá, es mentira!”.
Las horas pasan y esta casa de Leganés, en la que residen vecinos nuestros desde hace tantos años, la ausencia de Andriy se va haciendo cada día más grande. Sin embargo, su sentimiento patrio explica muchas cosas que otros no entienden. “Si tú eres ucraniano y está fuera… ¿Vas a volver con lo que está pasando? Para estar en la puerta de la embajada con la bandera…”. Lo que vive con su marido, lo siente también con su padre. “Tiene 63 años y aunque mi hija mayor casi le pidió de rodillas que se viniesen, ya que sabe que su padre no puede venir, se lo pidió a los abuelos. Pero él dice que quiere ayudar en lo que sea posible”.
Su condición de ucraniana le hace tener un conocimiento de Putin. “Llevamos ocho años, desde que Putin quería Crimea. Pensamos que con Crimea se iba a acabar. Tenemos ya 13 mil chicos muertos de estos ocho años“. Y se pregunta: “¿Para qué?”. Igual que lanza un mensaje desesperado, a modo de crítica, al contemplar como el mundo ha permanecido casi impasible durante tres semanas. “Putin se acercaba a la frontera. No sé que esperaban. Ahora parece que estábamos solos. Todos los países estaban callados y nosotros no queremos ponernos de rodillas. Seguimos”. Y Nadya, desde el dolor de la distancia, con su marido, sus padres y su hermana, lanza un aviso: “Sabemos que no se va a terminar tan pronto porque él no va a parar”.
Rezar pidiendo paz
Cuando sale de su trabajo, el tiempo discurre entre intentar darle tranquilidad a sus hijas, concentrarse ante la embajada de Rusia e ir a rezar a las 20:30 con el resto de compatriotas. Su petición, en sus rezos, solo es una: “Cuando rezamos pido paz, no quiero otra cosa. Nada más que paz”. Y es que su día a día ha cambiado por completo. “Es un minuto, ahora está bien pero un minuto después puede no estar”.
Hace trece mes, Andriy, Nadya, Cristina y Adriana disfrutaban de la histórica nevada de Filomena. “Estábamos muy contentos porque en 20 años en Leganés nunca habíamos visto tanta nieve. Era como estar en Ucrania”. Trece meses después, la pesadilla de la guerra persigue a esta familia de vecinos leganeses a los que ha partido por la mitad. Andriy vive sin saber qué va a pasar pisando suelo ucraniano y pensando que un día volverá a ver al Atleti. Nadya pisando suelo de Leganés pensando que un día volverá a abrazar a su marido. Él está mucho más cerca de la guerra que de la paz de su casa.