El Leganés sumó una semana más con una nueva derrota. Lo de caer de manera más o menos injusta empieza a formar peligrosamente parte del ADN de este equipo este año. No es que no haga méritos, es que los méritos que hace no le valen para sumar los puntos de tres en tres. Después de 10 hojas caídas más del calendario liguero, los puntos no han alcanzado la dos dígitos y solo tiene ocho.
La propuesta dialéctica de la previa fue bajo el síndrome de la ambición. La puesta en escena parecía, a priori, otra cosa. Otra vez defensa de cinco, en teoría para darle profundidad a los carriles pero… Cuando el equipo contrario te hace un gol antes del minuto 15 se te cae el invento previsto y hay que remodelar. Y más cuando la primera clara ocasión del partido la había firmado Oscar para los pepineros. Y sesenta segundos después… zas levantino.
El Lega se rehizo rápido y dos minutos después era Carrillo el que otra vez probaba suerte. Otro balón salvado in extremis. Con los azulgrana puesto en modo defender lo que tenían se encontraron con una lesión inesperada. Nada varió. Salvo que el recién entrado Chema Rodríguez tenía que achicar agua remate sí y remata también del Lega. Los de Pellegrino pusieron coto la portería de Oller, pero no había manera.
Segundo acto
Los pepineros se fueron al descanso sin entender como era posible. Lo era. La vuelta al campo supuso una ligera reacción por parte local. Eso que decían los clásicos: “se sacudía la presion de los visitantes”. El Lega apretó de nuevo el acelerador.Pellegrino intentó buscar más alternativas.
La posesión era pepinera, los remates eran pepineros, el control era pepinero, pero el resultado estaba en contra. En el intento de, al menos, igualar podía pasar lo que pasó. Una sucesión de remates de medio Leganés, con larguero incluido, no trajo nada más que un cabreo que iba a más. Hasta que llegó el segundo gol levantinista que convirtió la cara de perplejidad en cara de idiotez supina.
El Lega había tenido mas posesión, más remate, más tiros a puerta, pero mucha mala suerte y un cabreo infernal porque hay cosas que no se entienden mucho. Lo del Ciutad de Valencia no se lo puedo explicar mejor.