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El caso es que ofrecen un espectáculo de incongruencia y desconcierto que genera muchos problemas al sistema sanitario y mucha desconfianza en la gente
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Al final España ha caído en protocolos contradictorios, en cambio de paradigma súbito, cada país ha comenzado aplicando unas medidas y entre todos engordamos la ceremonia del caos
Por Dolores Montoro de Francisco (Médico de Familia)
A estas alturas el universo de las publicaciones sobre este virus que ha mutado y ha elegido a los seres humanos para medrar está repleto de datos y de cuestiones técnicas revolcadas por el lenguaje común y deformadas hasta ser irreconocibles por los técnicos. Cada palabra se saca de su jerga epidemiológica y médica y se convierte en alarma, cada vez más imposible entresacar el grano de la paja. Llevo mucho más de 30 años viendo el fenómeno de la confusión entre el interés científico y la respuesta interesada y manipuladora de los políticos.
He vivido en los 90 el aceite de colza, en 1997 la meningitis C, el ántrax después las vacas locas, la gripe del pollo, el Ébola, la Listeria, el botulismo, la vuelta de la tuberculosis, el SIDA y ahora el coronavirus. Y la lista seguirá porque los seres vivos que medran en los humanos van a seguir viviendo y mutando y enfermándonos mientras haya humanidad.
Respuestas retroalimentadas
Lo que desencaja esta realidad es la respuesta, primero de los políticos, después de los medios y más tarde del pánico, que a su vez retroalimenta a políticos y a medios de nuevo, obligados a temer, a sufrir y a polemizar, pero también a actuar aunque sea insensatamente: el público pide sangre de los gladiadores en este circo romano.
Y es que en el fondo lo que ha sucedido es muy sencillo: el más primitivo modo de responder a una epidemia por agente infeccioso es el de los países pobres. La población más susceptible, en este momento los mayores, más si están enfermos con enfermedades crónicas, se les aísla y protege y a los demás no se les aplica medida alguna, se espera a que la enfermedad les afecte e inmunice, como todos recordamos que en tiempos se hacía con los hermanos para que pasasen el sarampión o la varicela.
Contención para evitar el colapso
En el occidente del bienestar la población mayor y frágil es muy extensa y se ha invertido mucho esfuerzo en que así siga siendo. Por esto, ante una epidemia se intentan medidas de contención que retrasen el número de casos en la unidad de tiempo, esto es la tasa de ataque de la epidemia, de tal modo que no colapse el sistema sanitario por número de casos, aunque estos sean leves en su gran mayoría como en el coronavirus.
El error de gestión política de esta epidemia es actuar como Buekina Faso en un primer momento, para pasar a ser Alemania o Italia en 24 horas. El caos que produce el cambio de modelo tiene su origen en el bandazo, en el criterio tan diferente y la consecuencia es la desconfianza y la sensación de que se miente.
Las enfermedades infecciosas han matado siempre, unas más y otras menos, y llenan los tratados de enfermedades infecciosas, muchas de ellas con tasas de mortalidad que hacen palidecer al modesto coronavirus, pero el foco de unos, la torpeza de otros y el coro de gente que señala con el dedo a dónde tenemos que mirar, también genera una alerta verdaderamente estúpida. Ya me parece raro que no haya quien aproveche para involucrar al clima y el calentamiento cíclico del planeta en esta y otras crisis sanitarias.
El cambio de modelo
Nadie recuerda ya a las otras amenazas, como si no existieran: nos hemos cansado de ellas y ya no están de moda, pero lo cierto es que siguen ahí. Las reacciones políticas son alimentadas también con la irracionalidad de la opinión pública desorientada, el cambio del modelo pasando de dejar que la gente se contagie en manifestaciones masivas o eventos a volver a una contención más occidental e intervencionista también oculta pecados de irresponsabilidad por intentar satisfacer a corrientes de peso dentro de la sociedad, como el feminismo o los intereses empresariales.
El caso es que ofrecen un espectáculo de incongruencia y desconcierto que genera muchos problemas al sistema sanitario y mucha desconfianza en la gente. La consecuencia más inmediata de haber actuado tarde en la contención es que las consultas médicas normales se detienen. Paran los controles de crónicos, las operaciones que no conllevan riesgo vital y muchas situaciones graves no urgentes van a tener que esperar porque el colapso con catarros leves pero muy masivos y en gente alarmada nos va a paralizar.
Esto es lo que podía haberse evitado, no es lo mismo una lluvia de 250 litros por metro cuadrado en 20 minutos que en 20 días. Al final España ha caído en protocolos contradictorios, en cambio de paradigma súbito, cada país ha comenzado aplicando unas medidas y entre todos engordamos la ceremonia del caos. Menos mal que pronto vendrá otra que nos va a curar de esta. Probablemente la retransmisión en directo de la extensión de las enfermedades contagiosas debería acompañarse de una buena pedagogía que nunca tendría que haber salido de los técnicos, aquellos que no desarrollan su trabajo por un puñado de votos o un punto más de popularidad.
Resumen
En una única frase concentraría el fracaso político de gestión de la epidemia de coronavirus, justo en los albores del pico de incidencia de infectados que va a ser masivo, aunque con mayoría de sujetos leves a muy leves: vamos a dejar de hacer prevención y cuidados de las enfermedades graves y crónicas para dedicar muchísimo esfuerzo y horas a enfermos muy leves apenas con fiebre y mocos. Y si se hubieran implementado medidas de contención el pico de incidencia no nos habría colapsado.