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Editorial 122: “Leganés en marcha, los sueños se cumplen, una ciudad para vivir y vivirla…”

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En el tiempo de la Inteligencia Artificial, abreviada y conocida ya como IA, hay un número indeterminado de posibilidades de crear un eslogan a través de cualquier soporte digital con solo incluir una palabra. Este periódico hizo la prueba con la web ‘shopify’ (no confundir con Spotify que además de ser de música es el patrocinador oficial del FCB). En ese portal añadimos la palabra Leganés y un segundo después teníamos 1022 eslóganes que incluían Leganés.

Entre los 1022 no aparecía ninguno de los clásicos: “Me gusta Leganés por lo que fresquito que es”. “Me gusta Leganés por sus fuentes, por sus bares y por sus sanatorios mentales (registrado por Fernando el Pelao)”. Ni ninguno de los más recientes del actual gobierno como pueden ser “Leganés, una ciudad para vivir y para vivirla”, “Leganés es tu meta”… Ni el más reciente de “Leganés, en marcha”, puesto en circulación tras conseguir la aprobación de los Presupuestos pese a las mil y una trabas de una oposición sin excusa alguna.

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Los eslóganes nacen de la necesidad creciente de la sociedad actual de querer resumir actuaciones o deseos en frases cortas

En estas mismas páginas, un jugador del CD Leganés, apelaba recientemente a otro clásico de la ‘sloganmania’: ‘el ADN pepinero’. Lo hacía minutos después de haber logrado una victoria que abre la puerta de una esperanza: la salvación. Y, después de usar la versión leganense de aquel famoso ‘Osasuna nunca se rinde’, convertida en la previa del partido en ‘Leganés no se rinde’. Por su puesto, cualquier expresión de ánimo en el mundo del deporte es más adaptable al tiempo presente que el politizado ‘Sí se puede’. Esta histórica frase llegó al fútbol en 2006 de la mano de la selección ecuatoriana y su recorrido en la res pública ha acabado por casi pudrirla.

De lo del ‘ADN pepinero’, que se desprende que es no rendirse nunca, se salta, casi sin pensarlo ni solución de continuidad, a otro clásico de la ciudad: “En Leganés, los sueños se cumplen”. Y sobre esas seis palabras han debido construir sus ascensos las chicas del Baloncesto y los chicos del Voleibol.

La sociedad europea parece huir de los pilares sobre los que ha crecido y se ha desarrollado en los últimos 20 siglos

La necesidad de ponerle nombre a cualquier sentimiento está muy vinculada a una sociedad, la europea, que parece rehuir de los pilares sobre los que ha crecido durante los últimos siglos y empeñada en destruirse a si misma. Sería tan fácil, sin necesidad de darle tantas vueltas a las cosas, con apelar a dos de las tres virtudes teologales: la fe y la esperanza. En resumen, todo lo anterior no es ni más ni menos que alimentar la fe en el futuro y la esperanza en ese mismo futuro.

Conviene, eso sí, distinguirlas bien. La fe es la confianza en algo que no se puede ver o probar directamente. Es una creencia firme y una convicción en algo que se considera verdadero. Y la esperanza es la expectativa de que algo bueno va a pasar en el futuro, incluso cuando las cosas parezcan difíciles. Es un estado de ánimo positivo que nos permite enfrentar desafíos y seguir adelante con optimismo. ¿A que todo era más fácil sin eslóganes y llamando a las cosas por su verdadero nombre?

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