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El pepinero marcó un gol inolvidable tras un saque de esquina ‘teledirigido’ de Gaku
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Primera vez en toda la temporada que el Lega suma dos victorias consecutivas
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Un Zaragoza muy pobre se vio sobrepasado por los locales y por su deficiente puesta en escena
Un horario criticado por aquellos que aún no han entendido que esto ya no es lo que era. El dueño del circo (LaLiga) pone las sesiones a la hora que le apetece y al que no le guste ya sabe lo que hay: cabezazos contra la pared. Una nueva ocasión de intentar sumar dos victorias consecutivas, algo que aún no había sucedido. Pues todo pasó a pedir de boca. Además el triunfo llegó con uno de esos goles inolvidable. Un golazo de Jose Arnáiz.
Ver en la séptima jornada (¡Qué rápido va esto!) a dos de los grandes aspirantes al ascenso (hasta que el fútbol diga lo contrario) es todo un lujo inesperado. Lo de la hora (16:30 un jueves) es un paso más en la evidencia de que los clientes (otrora aficionados) no pintan un carajo en este gran negocio que se ha convertido el fútbol. Los que mueven los hilos, ponen los horarios y reparten la ‘pasta’ hacen lo que les da la gana. Y el cliente (antes llamado aficionado) tiene dos opciones: tragar o no. Lo de quejarse está bien para las Redes Sociales y demás, pero esto es lo que hay. Como aquello que decían las abuelas de las lentejas.
No había llegado el crono al segundo minuto de partido cuando José Arnáiz decidió hacer del lado izquierdo un largo carril hasta presentarse en el área de Álvarez. En la búsqueda del mejor lanzamiento posible se le habían quedado por el camino las fuerzas y parte de la posibilidad de pensar donde ponerla. Y menos de 60 segundos después fue Borja Bastón el que no logró tocar lo justo un balón servido, en esta ocasión desde la derecha. El partido había empezado con prisa para el Lega.
Cambio de mareas
El arranque de partido del Leganés encontró réplica por parte del equipo maño. Tardó algún minuto en acercarse al área del Pichu Cuéllar, pero cuando lo hizo – pasado el minuto 10 – dejó el sello peligroso. No por la resolución de la acción, que fue bastante defectuosa por cierto, sino porque evidenció que Omerou podía tener algún problema con la delantera maña de repetirse acciones similares.
El Leganés llegaba en función de como fuese la marea del partido. Si la marea subía, los blanquiazules se acercaban hacia la portería de Álvarez. Si la marea del partido bajaba, el repliegue le dejaba con mucha tranquilidad replegado, en más o menos metros, a la espera de un cambio en la marea. Lo que sí demostró en todas las ocasiones que pudo durante el primer cuarto de partido es que cada vez que podía arrear al contraataque lo iba a hacer sin consideración alguna hacia el equipo blanquillo (por cierto con una equipación preciosa en este compromiso).
Lo que sí daba que pensar durante la disputa de la primera parte es que un cara a cara entre dos magníficos medio centros (Martí y Baraja) podía deparar un compromiso que se jugase demasiado en el centro. Podría parecer una osadía, pero era por ponerle algo más a la crónica porque el partido se iba yendo, escapando los minutos, con muy poco (casi nada) a lo que poder sacarle punta y detallarlo como algo importante ocurrido encima del verde de Butarque. Por extraño que resulte, así se plantó el partido en la media hora, en el tercio.
Y los quince minutos que discurrieron entre el punto y aparte anterior y el punto y aparte siguiente fueron con el reloj marcando la hora de la siesta y más de uno dando pistas al sueño. Y no porque en el partido no hubiese ganas, que no tengo la más mínima duda de que las había. Más bien porque tal y como estaba dibujado el partido era muy complicado ver peligro en cualquier de las dos áreas y había que confiarse a que el desgaste, aquello que llaman el cansancio, dejase algún resquicio para que cualquiera de los dos pudiera meterle mano a la cita. Pero llegó en modo despiste. El visitante Jair se despistó y le dejó un balón por detrás a Santos que, cuando pisó el área, tiró al pecho del portero aragonés. Y a descansar.
Segundo acto
A la hora de comenzar la segunda parte, el pelotón de la Vuelta a España alcanzaba las primeras estribaciones del ascenso final a la Laguna Negra. Y, no les voy a engañar, lo de ver con dos pantallas en el ordenador el partido y el ciclismo hará que, sin duda, algún pequeño detalle de lo que ocurría en el fútbol se le pudiese escapar a este humilde cronista. Pasiones de muchos años mandan en uno y satisfacciones profesionales. Y además, como uno es cliente (otrora aficionado) elige lo que quiere ver.
Levantó el sol en ese arranque del segundo tiempo. Es bonito el fútbol por la tarde y es mucho más bonito cuando hace sol a esa hora de la tarde. Luego ya si encima emociona y deja cosas es maravilloso. Pero eso ya es parte de lo que ocurra sobre el césped entre dos equipos que, insisto, son favoritos al ascenso (hasta que el fútbol diga lo contrario, si lo llega a decir). La cosa arrancó como en el primer tiempo, con el Leganés dando un arañazo y un susto. En los dos resultaron decisivas las intervenciones del portero maño. Los locales habían salido golpeando repetidas veces. En cinco minutos habían votado casi más saques de esquina que en todo el primer tiempo.
El Zaragoza decidió que iba a equilibrar el intercambio de golpes. Pisó área en dos ocasiones y en la segunda Vuckic puso a prueba a Cuéllar que detectó con acierto la dirección del lanzamiento del delantero visitantes. El partido parecía equilibrado en los primeros minutos del segundo tiempo. Y, pese a que seguía el ascenso a Laguna Negra, hasta parecía más intenso que en la primera parte. Pero la gran ventaja que tiene el fútbol con respecto a la gran mayoría de deportes es que es imprevisible.
Gol precioso y alentador
Un saque de esquina por el lado izquierdo del ataque pepinero. El habitual ‘bateador’, Gaku. La puso tan bien que se la dejó en el pie derecho a un Arnáiz que estaba absolutamente solo en el lado derecho del ataque a pocos centímetros del área grande. La acomodó, la dejó caer, aguantó el bote y acomodó la pierna derecha. Una magnífica volea que terminó en la portería de Álvarez de una manera de la que uno no se cansa nunca de verlo. El partido se había puesto de cara al Lega. Martí respiraba tranquilo y no cambiaba el plan previsto de los cambios. Tras el gol Pardo y Sabin Merino entraban al campo.
Si el Lega era capaz de sostenerlo hasta el momento final iba a insuflarse oxígeno en vena. Y la verdad es que, a tenor de lo poco que creaba el Zaragoza, todo apuntaba a que así podía ser. Era más cuestión de no cometer un error que pudiese darle a los maños alguna opción de lo poco que habían conseguido enseñar durante prácticamente todo el partido. No estaba pasando nada, pero en esa nada el Lega sumaba tres puntos. Y Martí decidió que no iba a sufrir en el tramo final. Apagó las luces de arriba y encendió todo el fuego que pudo atrás. Esa manera de echarse atrás podía beneficiarle o no. Porque eran cinco más la prolongación. Le sirvió.
LALIGA (Segunda división), Jornada 7ª
CD LEGANÉS, 1; REAL ZARAGOZA, 0
CD LEGANÉS: 1. Cuéllar; 2. Palencia, 15. Rodri Tarín, 4. Omerou, 28. Javi Hernández; 8. Gaku (3. Bustinza, 84′), 21. Rubén Pérez, 10. José Arnaiz (17. Javi Eraso, 64′), 7. Dani Ojeda (25. R. Pardo, 59′); 24. Borja Bastón (19. Luis Perea, 84′) y 23. Michael Santos (9. Sabin Merino, 58′)
REAL ZARAGOZA: 1. Álvarez; 18. Atienza, 17. Nieto, 5. A. Tejero, 3. Jair Jr (6. Guitian, 59′); 22. Bermejo, 16. Eguaras, 15. Pep Chavarría (23. Larrazabal, 65′), 21. Zapater (10. Javi Ros, 79′); 9. Vuckic (14. G. Fernández, 79′)y 7. Narváez.
ÁRBITRO: Luis Mario Milla Alvendiz (Colegio Andaluz). Amonestó a los locales Omeurou (51′), Eraso (86′), Cuéllar (93′) y al visitante Guitian (91′).
GOLES: 1-0 (57′) José Arnáiz de volea, tras acomodarse un centro desde el córner de Gaku.