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Dos leganenses, Esther y José Luis, estaban a las 07.35 de la mañana en el fatídico andén
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Los dos cuentan en LEGANEWS cómo fue el instante, las horas posteriores y cómo ha sido su vida
Un reportaje de JUANMA ÁLAMO
A las 07.35 minutos de la mañana del 11 de marzo de 2004, José Luis realizaba sus funciones como vigilante de seguridad en el andén 2 de la estación de Atocha. “Estaba haciendo mi trabajo”. Esther esperaba un tren camino de su trabajo en Nuevos Ministerios y caminaba por el mismo andén. “Me gusta caminar y como tardaba me fui a la parte de atrás”.
Ambos son vecinos de Leganés, ambos estaban en frente del tren que explotó por dos sitios en el andén 2 y ambos salvaron la vida. El destinó les deparó la suerte que otros no tuvieron. LEGANEWS recuerda con ellos aquellos instantes, las horas posteriores y cómo ha sido la vida desde los atentados del 11 de marzo.
Recuerdos de las explosiones
José Luis y Esther lo vivieron de manera diferente. El primero recuerda que “tras la primera explosión nos pusimos a ayudar, pero cuando se produjo la segunda me di cuenta de que no podía andar porque una esquirla me rompió el tendón de Aquiles”.
A la segunda aún le cuesta verbalizar lo que vivió: “Hubo una explosión y poco después otra seguida. No sé como salí corriendo de allí, pero lo hice. Durante mucho tiempo me culpabilicé por no haberme quedado a ayudar, pero no sé ni qué hice, ni por dónde salí, ni dónde estuve. Sólo sé que salí de allí”.
El desconcierto
Mientras Esther salía despavorida de la estación de Atocha hacia ningún lado, José Luis acompañado de un interventor salía por las vías hasta que pudo llegar arriba. Ese momento también fue distinto. Ella vivió un bloqueo psicológico. “Solo lloraba, entré en un bar, ni me acordé de llamar a mi marido, a nadie. Era obsesión con llamar al trabajo para avisar de qué no llegaba. Ellos llamaron a mi madre y mi jefa llamó a mi madre”. Él recuerda que “con el zambombazo en los oídos llegúe a la calle y pude hablar con mi madre desde Atocha”.
Cuando España entera estaba sacudida por el dolor, un taxista paró a la desconcertada Esther y la llevó a su casa mirando en el bolso su DNI para ver cuál era su dirección. A José Luis lo antendían en un hospital para quitarle la esquirla que le dejó una cojera para el resto de su vida. Esther se sentó enfrente de la tele a repetir “es mentira que haya habido una explosión, ha habido otra, ha habido otra”, decía sin parar de llorar. La madre de José Luis le recogió en el hospital. Fue su primer abrazo.
Las horas después
Y ahí empezó otra historia que, de una u otra forma, llega hasta hoy mismo. Esther recibió asistencia médica esa tarde: “Me avisaron de que me habían sedado mucho para dormir, pero estuve sin dormir un tiempo. Ahí corté con el tema”. Mientras, José Luis recibía asistencia psicológica: “Me dijeron que verbalizara todo, que sacará todo de dentro”.
Volver a subir al tren
Lo que no se podía sacar era el temor a enfrentarse otra vez al tren. Esther recuerda que “lo hice dos días después. Tenía que ir a trabajar y me costó mucho. Recuerdo estar montada, encogida de miedo, y pensar ‘es imposible que vuelva a pasar’”. José Luis volvió a trabajar en Atocha: “Los primeros 15 días me daba cosa hasta subir en el tren”.
Luego dejó la estación y hace cuatro años está en el paro. Esther sigue yendo en tren a trabajar, pero “ahora lo hago en Atocha, al menos ya no tengo que hacer el trasbordo al andén 2”. El fatídico andén.
Lo que vieron y vivieron
Recuerdan con una misma palabra lo que vieron: “una brutalidad”, aunque para Esther “vi cosas de las que casi no puedo ni hablar de ellas. Durante muchos años no era capaz de verbalizar nada. No puede ser más bestia lo que pasó allí. No puede ser peor”. José Luis sí dice que “era una salvajada el ver restos de personas, el olor a quemado, a carne quemada…”.
“Para remate luego pasó lo que pasó en Leganés Norte”, coinciden en apuntar a dos personas que no se vieron, no se conocen, no se han visto, pero que cuando les hablas de verdades oficiales o no, te dicen: “la única verdad son los muertos”.