Cuenta el refranero español que ‘De casta le viene al galgo’. Si bien Claudia es reconocida por su gran carrera, buena parte de culpa la tiene su madre, Rosa Blas Traisac, quien ligada en su vida profesional al mundo del cine, con la asociación ‘La noche del cazador’, fue integrando poco a poco en la sociedad cinematográfica a su hija, que finalmente decidió optar por continuar ese camino que comenzó gracias a su madre.
Todo comenzó un buen día: “me pidió que actuara, pero había que hacer de niño y yo no quise”. Sin embargo, al comenzar con el montaje del corto, “yo estaba dando teatro, y cuando vi las cámaras y vi todo, me encantó”, comenta la propia Claudia respecto a aquella primera experiencia.
Admiración mutua
Además de ser un referente en lo personal, con muestras notables de admiración, Rosa se ha convertido para Claudia en una de sus referencias en el mundo profesional: “tenerla a mi lado es lo más inspirador que he podido tener”, explica.
Y aunque ciertamente no tuviera claro en un principio aquello de ser actriz, Claudia agradece hoy en día haber crecido viendo cine clásico (con ‘La fiera de mi niña’ como película favorita) y analizando películas en francés en su viaje a Biarritz, pues precisamente esto es lo que finalmente le hizo decantarse por la carrera de actriz.
Apoyo incondicional
Por su parte, para Rosa, contar con su hija es “una suerte”, pues “la he acompañado y me ha acompañado, porque nos acompañamos mutuamente en un proceso profesional que coincide en ciertas cosas y en el que nos ayudamos mucho a crecer la una a la otra”, concluye.
Ambas demuestran ser el apoyo incondicional de la otra, pues si bien el viernes Rosa entregaba el premio de ULEG como reconocimiento gran trayectoria como profesional e independencia en lo cultural, Claudia apoyó a su madre en las presentaciones del libro ‘Varados en el silencio’ (tanto en Madrid como en Leganés el domingo 5 de marzo), e incluso participó con su voz, demostrando su calidad fuera de toda duda como cantante.
